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Ya se vive el último día del Mundial de Qatar 2022, por lo que los balances ya se asoman para ver el impacto que ha generado la fiesta del fútbol más importante. Una de las cifras que llama la atención y que refleja un fenómeno social que se vive en todo el mundo es que 137 jugadores seleccionados representaron a un país en el que no nacieron, donde el equipo con más casos es Marruecos.
Yassine Bounou, arquero de la selección marroquí, nació en Montreal, Canadá y eso no importó para que defendiera la camiseta que disputó la semifinal ante Francia y se convirtiera en una de las estrellas de la cita mundialera. En esta ocasión el fútbol se convirtió en una herramienta de inclusión, donde quedó reflejado que dentro de la cancha no importa el idioma ni país de origen.
Esto mismo ocurre en las intervenciones que lleva a cabo Fundación Fútbol Más en la Región de Tarapacá. Gracias a la alianza con UNICEF Chile, se llevó a cabo un programa que fue en auxilio de las familias migrantes que ingresaron al territorio nacional, donde lo primordial fue reconstituir el derecho al juego de la infancia y entregar información de redes básicas para promover una crianza positiva y responsable.
Durante el 2022, la zona norte vio cómo el flujo de ingreso de niños y niñas en situación migratoria aumentó debido al impacto económico de la pandemia y condiciones específicas de cada país del continente. Por lo que el deporte y el juego fueron las tácticas que se ocuparon para el desarrollo de habilidades para la vida y la generación de espacios protegidos para la niñez.
Ya sea en Colchane, el Centro de Asistencia Transitoria o Albergue Lobito, ambos ubicados en Iquique y lugares donde se llevan a cabo las intervenciones; el fútbol es la excusa para derribar las fronteras y permitir que los 339 niños y niñas beneficiadas y que vienen de Venezuela, Colombia, Perú o Bolivia compartan un mismo espacio sin prejuicios sociales ni culturales.
Para Matías Prado, director social de Fundación Fútbol Más, el proceso migratorio incluye distintos factores que profundizan el impacto que puede tener este transcurso. “La migración integra importantes aspectos emocionales, psicológicos, físicos y culturales que no terminan con la llegada a un nuevo lugar. En este contexto la niñez no decide migrar, y sus efectos se pueden profundizar si no son bien trabajados. Como fundación ahí radica la relevancia de acoger, acompañar y guiar a estos y sus familias, colaborando en los efectos traumáticos que pueda generar esta situación”.
Según el área de estudios y evaluación de Fundación Fútbol Más, el 68% de los niños y niñas asegura que, independiente de los kilómetros que tuvieron que recorrer, han pasado buenos momentos con sus amigos/as durante el viaje hasta Chile.
Cifras que dejan la esperanza de crecer en términos de entregar garantías a la infancia, donde el procedimiento de desplazamientos agota física y mentalmente a las familias, además de, alterar las rutinas escolares y sanitarias. Por lo mismo, buscar condiciones dignas y seguras se vuelve tarea de los entes públicos y privados para que los niños y niñas puedan crecer y desarrollarse de la mejor manera posible.
Finalmente, el fútbol permite que no existan fronteras dentro de la cancha, que surjan los abrazos de gol en equipo y el correr detrás de un balón se vuelva fundamental para fortalecer valores, tales como el trabajo en equipo, respeto e integración. A más de 14.000 kilómetros desde Qatar, donde se vive el término de la cita planetaria, hasta las canchas de Iquique donde se transforma la realidad de la infancia, cuando se habla de fútbol nada más importa.